Educación del futuro: aprendizajes de la pandemia
En la educación residen las esperanzas del futuro de cualquier sociedad. Son indudables los beneficios que el aprendizaje debidamente aterrizado tiene en los individuos. De las actividades que realiza un ser humano durante toda su vida, es una de las más esenciales para el desarrollo personal, profesional y social. A pesar de ello, en el contexto del “Gran Confinamiento”, la educación ha sido un área que ha sufrido cambios radicales, forzados, que obliga tanto a quienes la reciben como a quienes la imparten a adaptarse a una situación sin precedentes. El 18 de mayo, más de 1,200 millones de estudiantes detuvieron sus procesos de enseñanza-aprendizaje. Esto es equivalente a que 7 de cada 10 individuos de todos los niveles educativos han visto sus escuelas cerradas.
La estrategia común en la mayoría de las instituciones educativas ha sido trasladarse al mundo digital en su totalidad. Se comenzaron clases en línea, la comunicación se realiza exclusivamente por gadgets e Internet y los materiales didácticos así como las actividades se comparten y se realizan por la web. En la medida de lo posible, los y las docentes han adaptado sus planes y contenidos a un mundo digital, apoyados en menor o mayor medida por las autoridades correspondientes. Es claro que, ante esta situación, el “Covid-19 amplifica los esfuerzos que los niños [más vulnerables] enfrentan para recibir una educación de calidad”. (Fleet, 2020).
Adicional a lo anterior, aquellos educandos que SÍ están recibiendo una educación online, han experimentado un proceso educativo deficiente durante la crisis. De allí que, pensando en que las dificultades generan aprendizajes de la experiencia, y se convierten en oportunidades, en esta entrada hablaremos de lo que se avecina como la educación del futuro, que se verá acelerada en un mundo post-coronavirus.
Desde un punto de vista económico, dominado por las fuerzas de oferta y demanda, los aprendizajes se pueden dividir en los relacionados con los que proveen el servicio de educación - universidades, escuelas, profesores, autoridades - y los consumidores, protagonistas del proceso educativo - los estudiantes.
Oferta
La pandemia ha obligado a que el sistema educativo se transforme. Después de esta crisis, un aprendizaje importante es que la oferta debe ser suficientemente flexible y personalizada, y así preparada para los retos a los que la educación se pueda enfrentar. Flexible, porque se requiere adaptarse a diversas situaciones. Personalizada porque se debe tener conciencia de las fortalezas y oportunidades de cada individuo, de cada región, de cada país.
Además, es esencial resaltar que una clase en línea no es igual a una clase presencial. Parece obvio, pero en un contexto en el que la mayoría de las escuelas de todos los niveles han improvisado cómo continuar con sus actividades, destaca que solo quisieron trasladar sus materiales y sus planeaciones a un medio “tecnológico”.
Usar las mismas estrategias en un curso online y otro presencial es pedagógicamente inviable.
Ofrece un recuerdo de lo que acaeció en la década pasada cuando “la educación del siglo XXI” se enfocaba en digitalizar los libros de texto. En el caso de México, por ejemplo, Enciclomedia solo trasladó la información de los libros para poder proyectarse en clase, sin ninguna estrategia adicional. Así sin más, la educación no es eficaz ni efectiva, ni tiene el alcance necesario para asegurar que el proceso enseñanza - aprendizaje sea productivo.
Recuerda que en un futuro educativo y tecnológico, la planeación es importante. Lo que se ha diseñado para ser presencial, debe ser presencial, y lo que se ha diseñado para desarrollarse en línea, ha de desarrollarse en línea.
En este marco, se espera, de manera optimista, que la educación del futuro cercano sea diseñada estratégicamente, con contenido distinto para una población distinta. Las generaciones Z y Alpha son radicalmente diferentes que sus predecesoras al desarrollarse en un mundo digital, marcado por la innovación y la interconexión mundial. Esto exige una planificación que tome en cuenta, como principal factor, las características de este sector poblacional que es el que está recibiendo y recibirá la oferta educativa.
Esta transición educativa indudablemente será hacia un mundo crecientemente tecnológico. Durante la pandemia, los profesores “han sido forzados a enseñar en un sistema en el que no están preparados. Como resultado, estamos lejos de usar las mejores prácticas en la educación en línea, y batallamos en una educación en casa de emergencia” (Petrie et al, 2020). De allí que los retos, en cuanto a la oferta, impliquen necesariamente a la formación docente, altamente familiarizada con el uso de las TIC’s, para aprovechar los recursos digitales que abundan en la red.
De igual manera, será imperante la adaptación de los contenidos de los profesores. Se tendrá que discernir qué información se debe compartir previo a las sesiones de clase, cómo se desarrollarán éstas, y qué actividades deben realizarse posteriormente. ¿Qué dinámicas se tendrán que usar para no perder la atención de individuos cada vez más impacientes? ¿Cómo será la comunicación con ellos? Estas son cuestiones que deberán tomar en cuenta para el futuro de la educación.
En cuanto a la educación superior, los desafíos incluirán el generar espacios donde los estudiantes puedan relacionarse, donde se conozcan y logren crear redes sólidas. Deberán fomentar el “networking”, especialmente en los programas de posgrado y MBAs, ya que es uno de los objetivos que persiguen los estudiantes de maestrías y doctorados. Ya sea en conferencias casuales, por medio de videos, o por contacto directo entre cada uno de ellos, será labor de la Universidades el innovar para garantizar esto, al menos durante la “nueva normalidad”.
Demanda
Los estudiantes son la demanda del sector educativo. Desde su concepción hasta su culmen, el centro de la educación son los alumnos, aquellos que recibirán conocimientos, adquirirán habilidades y desarrollarán aptitudes que pondrán en práctica durante su vida. No solo ello, sino que los profesionistas del futuro son los que aportarán a la sociedad, por lo que sin la debida formación, es la población en su conjunto que resulta afectada. En este tenor, se han dado pasos agigantados para cumplir el objetivo al convertir al estudiante en participante activo del proceso.
Esto invita a que ellos tendrán aportaciones y tendrán responsabilidades para la educación del futuro. Es costumbre que la manera en que aprendimos durante la vida se trate de replicar para con las próximas generaciones. Más aún, esperaríamos aprender de la misma forma durante toda la vida. Como ya se mencionó anteriormente, individuos distintos requieren maneras distintas. El Gran Confinamiento, entonces, se asoma como una oportunidad para que los y las educandos participen en la transformación de la educación.
Al no existir un profesor al frente, que esté observando directamente al alumno o a la alumna, requiere un proceso reflexivo en él o ella, de tal forma que pueda complementar su propio conocimiento.
Independientemente de la edad, el no estar frente a frente nos obliga a ser más reflexivos, más conscientes, a interesarnos más y a atrevernos más.
El futuro de la educación requerirá, de inicio que se elimine el sesgo - común en Latinoamérica- en el que el profesor es el único que tiene la información y los estudiantes repositorios de esta. Recipientes que sólo replican lo aprendido en situaciones controladas y repetitivas, que no aportarán a su futuro más allá de lo que se puede ver en el salón de clases.
El docente del futuro, entonces, debe ser un facilitador del aprendizaje que “ve una oportunidad para que el alumno desarrolle su capacidad y formación”. (Vainsecher, 2017). Por lo mismo, el estudiante del futuro tendrá que tomar las riendas de su aprendizaje, volverse autónomo e independiente, capaz de resolver problemas, curioso y participativo. Esto además incluirá una “nueva distribución del tiempo”, donde, a diferencia de la educación tradicional, los estudiantes “estarán más centrados a los procesos de aprendizaje, que en cumplir horarios o coberturas curriculares rígidas”(Severin, 2020).
Instituciones de Educación Superior alrededor del mundo han comenzado a aplicar técnicas en este sentido, por lo que una persona que planee ser parte del mañana educativo tendrá que visualizarse en este escenario: olvidarse del esquema de conferencias/sermones, de la transmisión simple del conocimiento. Comenzar a ver el proceso enseñanza-aprendizaje de manera dinámica, activa, donde el facilitador promoverá la investigación y el conocimiento.
¿A qué nos llevará esto como estudiantes? La educación del futuro tendrá como obligación la formación de ciudadanos participativos en una sociedad democrática. Ha sido una percepción errónea del pasado el pensar que a partir de la mayoría de edad los estudiantes aprenderán a colaborar, cuando en toda su formación académica tradicional no han hecho más que quedarse callados y no desarrollar un pensamiento crítico y analítico. De allí que para la mayoría de las personas es complicado contribuir a la sociedad, desde el aporte de ideas hasta poner manos a la obra. Solo con una educación democrática, fomentada desde su inicio con el intercambio de ideas, responsabilidad de participación y formación, entre otras acciones, se puede llegar a cumplir este objetivo.
El reto común
En un mundo pos-coronavirus el desafío común de estudiantes, profesores, instituciones y autoridades educativas - gubernamentales y no gubernamentales - será el pensar afuera de la caja. Se precisa un compromiso de todas las partes para adaptarse a la nueva realidad, a la “nueva normalidad”. El status quo “adaptado” no es idóneo. El trasladar un libro de texto a digital, asistir solo a un Webinar o una clase virtual, sin hacer una reflexión de lo tratado en ellas, y un diseño tradicional no serán suficientes y pondrán en peligro el éxito del proceso. Más que una herramienta, “las tecnologías de la información [...] deberán convertirse en un componente esencial en la educación escolar”. (Li & Lalani, 2020).
Es preciso recalcar que la nueva normalidad traerá una oleada de profesores nuevos, con diferentes puntos de vista. Cada Universidad, cada institución educativa, cada país tomará decisiones ad hoc a su realidad específica. Habrá escuelas que abrirán nuevos caminos hacia la modernización, y habrá otras que se obstinarán en sus métodos. Será imperante promover actitudes de cambio, de atreverse a usar la creatividad,de innovación, tanto en docentes como en estudiantes.
Asimismo, más allá de las acciones específicas que se materializarán durante y después de la pandemia, la coyuntura refleja las deficiencias y áreas de oportunidad del sistema educativo del hoy. Nos hace reflexionar y ser conscientes de lo que funciona y no funciona, tanto para el sistema educativo como para los educandos. Nos obliga a ser resilientes, adaptables al cambio y flexibles. A aprender sobre la marcha, a diseñar estrategias sobre lo que no es útil y aquello que lo es. A tener espíritu de cambio. A ver soluciones donde otros ven problemas, y aprender a innovar en todo momento. Sin duda, estas son habilidades y aptitudes que la educación del futuro y el camino que estamos transitando fomentarán.
Referencias:
Fleet, Justin van. (2020). Education in the time of COVID-19. Recuperado de https://www.globalpartnership.org/blog/education-time-covid-19
Li, C. & Lalani, F. (2020). The COVID-19 pandemica has changed education forever. This is how. Recuperado del Foro Económico Mundial en https://www.weforum.org/agenda/2020/04/coronavirus-education-global-covid19-online-digital-learning/
Petrie, C., Aladin, K., Ranjan, P., Javangwe, R., Gililand, D., Tuominen S., & Lasse, L. (2020). Spotlight: Quality education for all during Covid 19-crisis. Recuperado de Hundred, en colaboración con OECD, de https://hundred-cdn.s3.amazonaws.com/uploads/report/file/15/hundred_spotlight_covid-19_digital.pdf
Pinsker, J. (2020). What is Generation Alpha?. Recuperado de The Atlantic en https://www.theatlantic.com/family/archive/2020/02/generation-after-gen-z-named-alpha/606862/
Severin Eugenio (2020). El necesario salto hacia el aprendizaje digital. https://www.elmostrador.cl/destacado/2020/05/17/el-necesario-salto-hacia-el-aprendizaje-digital/
Vainsecher, A. (2017). El docente como facilitador del aprendizaje. Reflexión Académica en Diseño & Comunicación. 35, 85-88.
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